martes, 15 de marzo de 2011

la mosca de la fruta

Científicos canadienses han descubierto que el comportamiento de la mosca de la fruta depende de su entorno social: las respuestas químicas que generan estos insectos no sólo dependen del ritmo interno de cada individuo, sino que se regulan también en función del genotipo de sus iguales. Así, si la mosca está en un entorno genéticamente más diverso, se apareará más a menudo que si se encuentra en un grupo genéticamente homogéneo. Los científicos señalan que la importancia de esta investigación radica en que por primera vez se ha analizado a las moscas no sólo a nivel individual, sino también a nivel social. Por Yaiza Martínez.

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Es definitivo que las moscas de la fruta deberían tener un monumento. Millones y millones de mosquitas que dieron su vida en nombre de la ciencia. Abnegados dípteros que ayudaron al desarrollo de la genética y que, a lo más, han recibido un nombre científico rimbombante dentro de la zoología. Moscas de la fruta o del vinagre, cuyo nombre artístico es: Drosophila melanogaster.

Los estudios sobre genética hoy parecen parte de lo cotidiano. Hacer ingeniería genética, clonaciones o descifrar el genoma humano, son parte de las noticias que todos los días ofrecen los medios de información. Mucho de esto no habría sido posible sin la colaboración de las pequeñas aladas.
Ramón Cordero G.





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Que, ¿no te las han presentado? Será porque no requieren presentación alguna. Ellas mismas se encargan de hacer su entrada triunfal cuando encuentran abierto un frasco de vinagre o topan con una fruta que comienza a descomponerse. Sí, esas pequeñuelas que rondan insistentemente lo que ha quedado fuera del refrigerador. Diminutas parientes de las moscas comunes que, a pesar de su abundancia y su tamaño, no han trascendido tan importantemente en el mundo de la ciencia como la Drosophila.

¿Te parece demasiado elogio para una mosca enana? Pues no, apenas lo justo. Resulta que la estructura de los cromosomas apenas se comenzó a conocer desde 1934. Esto es porque los cromosomas son de lo más pequeños, y por ello dificilísimos de observar. Ah; pero en la década de los años treinta, un investigador apellidado Painter descubrió que la larva de esta mosca tenía cromosomas gigantes en las células de las glándulas salivales.

Suena complicado, pero no lo es. Primer punto: las moscas vienen de larvas, ¿de acuerdo? Segundo punto: una larva es parecida a los gusanos de las frutas y que luego se transformarán en otra cosa mediante la metamorfosis. Bueno, pues resulta que las larvas de la Drosophila melanogaster tienen unas glándulas salivales —donde producen su saliva— inmensas para su tamaño. Y claro, glándulas gigantescas están formadas también por células enormes.





Hasta ahora parece poco mérito como para que les hagamos un homenaje. Por eso hay que decir también que un famoso genetista norteamericano,
Thomas H. Morgan, las eligió para hacer experimentos y con ellas logró los avances más importantes desde que Gregorio Mendel descubrió las leyes de la herencia.
¿A quién demonios le interesa la genética de las moscas? Buen punto, a lo mejor sólo a unos cuantos biólogos y científicos. Pero... y este pero es de lo más importante: sabiendo más sobre las vinagreras moscas, también se generan conocimientos para otras especies incluyendo al género humano.

Bueno, ¿entonces por qué no se estudia la genética directamente sobre los humanos o sobre plantas y animales productivos? Se hace, pero tiene muchas complicaciones: La primera, es que tardan una eternidad. Imagina que estudias a las vacas y a los toros. Tan sólo para que una becerrita llegue a la edad adulta y tenga una cría, se necesitan por lo menos dos años. Si quieres ir anotando los resultados de tu experimento a lo largo de 10 generaciones, por lo menos tardarías unos 20 o 30 años. Si eso mismo se hiciera con personas... fácilmente llegarías al siglo XXIII.
La otra complicación estriba en que no siempre se pueden controlar los cruzamientos. En plantas o animales sí, pero en humanos sería imposible. Tendríamos que dejar atrás los matrimonios amorosos, para comenzar a usar los matrimonios programados por conveniencia científica.

Así pues, la mosca del vinagre o de la fruta tiene varias ventajas. Sólo tiene 8 cromosomas, y por lo tanto se pueden controlar mejor los experimentos para saber qué genes de qué cromosomas determinan ciertas características. Nosotros los humanos tenemos 46, los perros 78, una mosca doméstica 12, el arroz 24, la caña de azúcar 80, la calabaza 40 y así por el estilo.
Esos cromosomas de la Drosophila son además muy grandes y por lo tanto mucho más fáciles de observar y estudiar. Como el ciclo de vida de la Drosophila es bastante corto, un mes aproximadamente, los resultados de 10 generaciones se podrían tener listos en menos de un año.
Sumado a lo anterior, hay muchas mutaciones espontáneas y otras que pueden ser provocadas. Son de costo muy bajo y de fácil mantenimiento en un laboratorio. Ocupan muy poco espacio y en un solo frasco de _ de litro, podrías tener a toda una población controlada.



De acuerdo, puede parecer exagerado el monumento, y más cuando las minúsculas mosquitas ni siquiera se ofrecieron como voluntarias. Pero aun así, todavía pueden contribuir a saciar tu espíritu de investigador o investigadora. Consigue una lente de aumento y, la próxima vez que lleguen a comer de la fruta que se ha echado a perder en tu casa, atrapa algunas y obsérvalas con detenimiento.

A la izquierda, Drosophila macho, a la derecha Drosophila hembra

Los estudiosos de la genética ponen especial atención a los colores de los ojos, las características de las alas , los pelillos de las patas y el tamaño del animalito (los machos son más pequeños que las hembras). Has tus notas y descubre cuántas variantes puedes encontrar. En una de esas hasta descubres al biólogo o a la investigadora que llevas dentro.
Si te interesa el tema lee:
Genoma Humano
Nobel de Medicina y Fisiología 2002